lunes, 26 de mayo de 2008

Carta de un niño a sus padres

No me des todo lo que pido,
a veces solo pido para ver hasta cuanto puedo coger.
No me grites,
te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes,
si en vez de órdenes, a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas, buenas o malas,
si me prometes un premio dámelo, pero también si es un castigo.
No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o mi hermana,
si me haces sentir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces sentir peor que los demás seré yo el que sufra.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer,
decide y mantén esta decisión.
Déjame valerme por mi mismo,
si tú lo haces todo por mí, nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí, ni me digas que lo haga por ti,
aunque sea para sacarte de un apuro; me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.
Cuando hago algo malo no me exijas que te diga el por qué lo hice,
a veces, ni yo mismo lo sé.
Cuando estás equivocado en algo, admítelo
y crecerá la opinión que yo tengo de ti, y así me enseñaras a admitir mis equivocaciones también. Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos,
porque seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también.
No me digas que haga un cosa que tú no la haces,
yo aprendo de lo que tú haces y no dices, pero nunca hará lo que tu dices y no haces.
Trata de comprenderme y ayudarme
cuando te cuente un problema no me digas “no tengo tiempo para bobadas” o “eso no tiene importancia”.
Si realmente me quieres, dímelo
aunque me sonroje, a mí me gusta oírlo.